Los hongos siempre han tenido un misticismo desde que la humanidad los conoció. ¿De dónde vienen?, ¿Cómo crecen?, ¿Por qué algunos te alimentan, otros son venenosos y otros te permiten tener experiencias positivas?
Hablemos un poco de su pasado. Los hongos llevan en el planeta más de 700 billones de años, para ponerlo en perspectiva, los humanos llevamos apenas 6 millones de años y apenas 300,000 años como homo sapiens, así que es evidente la ventaja que los hongos tienen sobre los humanos.
Los hongos no son una planta y tampoco son un animal, tienen su propia clase, que se conoce como reino fungi. Muchos afirman que los hongos no vienen de este mundo, si no que las esporas que viajaban por el espacio encontraron condiciones aptas para su reproducción en la tierra.
Para reproducirse, los hongos desprenden esporas, que contienen la información genética de ese hongo, esas esporas viajan con el viento, en el agua, y a través de los seres vivos, buscando distintas condiciones aptas para su reproducción. Por lo general buscan humedad, fuentes de alimentación y ciertas temperaturas. Existen miles de variaciones de hongos descritas hasta este momento y cada día se siguen descubriendo nuevas especies.
Comúnmente pensamos en los hongos medicinales al recordar la penicilina, el primer hongo que se utilizó para curar infecciones durante la Segunda Guerra Mundial. Este descubrimiento abrió sus puertas a los distintos usos medicinales que tienen los hongos, aunque la cultura asiática, principalmente en China y Japón, ya utilizaban los hongos desde hace más de 2000 años por sus propiedades medicinales.
Los hongos medicinales más utilizados en Asia eran el reishi, el maitake, el cordyceps y melena de león, cada uno con grandes beneficios a la salud física y mental, de lo que hablaremos en otro artículo. En la antigua medicina oriental, los médicos buscaban prevenir las enfermedades y suministrar al cuerpo con compuestos que lo ayudaran a fortalecerse, por ello es que los hongos forman parte importante de muchos platillos de la comida asiática y eso se refleja en los índices de salud de sus habitantes, quienes tienen menor cantidad de infartos y demencia a comparación del Mundo Occidental.
Regresando al tema de la reproducción de los hongos, cuando una espora encuentra las condiciones apropiadas para reproducirse, empieza a crecer un circuito radial llamado micelio, el cual tiene su propia inteligencia, sabe hacia donde avanzar para buscar nutrientes para fortalecerse, sabe qué evadir y mientras se va creciendo. Su sistema de comunicación e inteligencia se va desarrollando, enviando información de un extremo de su organismo al otro.
Es interesante como al observar el crecimiento del hongo, se puede notar su inteligencia, ya que conoce el mejor camino para encontrar los mejores nutrientes, puede trepar todo tipo de obstáculos, tiene la fuerza para penetrar estructuras, organismos y hasta paredes.
Gracias a los millones de años de evolución que han tenido los hongos es que han podido crear resistencia a distintas amenazas como infecciones, bacterias e incluso otros hongos. Es por esto que los hongos se utilizaban en el antiguo Oriente por sus propiedades medicinales. Los hongos ayudan a fortalecer el sistema inmunológico, siendo un gran antiviral y de gran ayuda para combatir infecciones bacterianas.
Así mismo, los hongos ayudan a eliminar metales pesados del cuerpo y en varios casos, hasta eliminar las células cancerígenas. Muchos pacientes de quimioterapia utilizan los hongos, principalmente reishi y melena de león para reducir el malestar que estas ocasionan y para tener mas energía.
En lo que respecta a la evolución humana, Terence McKenna, un conocido psiconauta y filósofo que inició en los años 60, habla en su libro “El Alimento de los Dioses” (Food of the Gods) sobre su teoría del “mono en hongos” en el que describe y trata de demostrar con diferentes pruebas históricas como los hongos fueron clave para la evolución de la consciencia de mono poco a poco a ser pensante.